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La resaca duró hasta las nueve

Luis Carlos Peris/Diario de Sevilla - Colaboración Especial - 03/05/25

“Jugarreta”  ha sido el nombre del sexto toro, negro bragado y salpicado de 525 kilos.

 

Borja Jiménez salvó la tarde con dos muletazos cambiados por la espalda y suena la música -Juncal- y se pone a torear. Liga por la derecha, se lo enrosca en un circular invertido y, sobre todo, despierta a la tarde del letargo. Tiene enjundia la faena al natural. 

 

Con el toro más agotado culmina por redondos de excelente factura, muy reunido con el toro. Había conseguido levantar un espectáculo casi insalvable. Entra la espada a la primera: dos orejas.

 

Vísperas de mucho, días de nada y es que tras el tsunami Morante todo hacía indicar que la tarde iba a pasar de puntillas por el presente ciclo. Había sido muy estruendoso lo del día anterior y cuando se arrastraba a Jardinero, quinto jandilla, estábamos convencidos de que la maldición del adagio iba a caer a plomo sobre nuestras cabezas. 

 

Eran ya las nueve de la noche y allí no había pasado nada agradable. Fueron saliendo jandillas y el de turno mejoraba al anterior para solaz de la música, sin sonar en celebración de algo hasta entonces. Estaba claro que lo del día anterior había sido tan fuerte que la Providencia nos mandaba un lote de semovientes porque ya estaba bueno lo bueno y aquí vivaqueamos inmersos en un valle de lágrimas. 

 

Y nos imaginábamos al gran Borja Domecq mesándose los cabellos en su barrera del Cielo, ya que el descalabro de su hierro era evidente. Y tenía que ser, precisamente, en Sevilla, la plaza de sus sueños donde ocurriera el desaguisado.

 

Iban a sonar las nueve campanadas cuando salió Jugarreta, negro y de manos cortas que, por supuesto, no permite que nadie se luzca con el capote. Tararí, tararí, cambio de tercio y en banderillas aprieta como no ha apretado ninguno de sus cinco hermanos. Tiene ganas de coger algo el animal, aprieta hacia dentro a la salida de cada par y por ahí empieza a barruntarse un hálito de esperanza. Y Borja se va a los medios sin probatura alguna antes del pase por la espalda que da comienzo a la faena. Qué bien, nunca es tarde si la dicha es buena y parece que este Jugarreta no hace honor a su nombre. 

 

Es pronto al cite y, aunque con rabieta, humilla y mete la cara hasta el final del muletazo. Y el espartinero Borja Jiménez, que está con el celo en la boca y loco por ser figura del toreo, empieza a exprimirle cuanto lleve dentro. Al cabo, era bastante lo que encerraba, la banda rompió con Juncal y ya todo fue a pedir de boca. Al fin, las huestes de Tejera tenían un clavo al que agarrarse, un motivo por el que justificar el sueldo, y la plaza se sacudió el cabreo de tan infame tarde para entregarse incondicionalmente a la obra de Borja. 

 

La tarde ha virado ciento ochenta grados, la mohína se ha convertido en gozo y el torero está en su salsa. Redondos muy largos con el aditamento de algún invertido que hace furor. La suerte está echada y muy mal han de darse las cosas, léase en la suerte suprema, para que se le escape el triunfo. Hemos pasado de una tarde rica en silencios más o menos ominosos a la euforia que nace de ver a un torero, de grana y oro, en los medios de la Maestranza en diálogo fluido con un toro. Todo el repertorio que almacena la cabeza de Borja salió a relucir para que una tanda de redondos de puro relajo llevase los ánimos al paroxismo. 

 

Y faltaba lo esencial, esa suerte que tanto da y que tanto quita, la suerte suprema, la de acabar con la vida del toro. Aquello no se le podía ir crudo y Borja entró a toma y daca para endilgarle una estocada de efectos inmediatos. Nevada de pañuelos la Maestranza, el usía le concedió las dos orejas. La resaca tras el gran huracán del jueves era un recuerdo.

 

Pero qué recuerdo, que aburrimiento, que corrida más tediosa y la verdad es que los toreros tienen una coartada legítima, la de la falta de bravura, de fondo y de ganas de embestir del envío de los herederos del gran Borja Domecq Solís. Vandálico, Secretario, Ilusionista, Vaporoso y Jardinero ya están en la fosa común que acoge a los de su clase, pero qué tarde nos dieron. 

 

Qué desfondados, qué mansos, qué desastre de corrida, qué mal lo pasarían Sebastián Castella, que hasta tuvo la gesta de irse a portagayola en el que abrió plaza, y Josemari Manzanares, que no parece estar en vías de recuperar el sitio que le dio Sevilla. 

 

Sebastián estuvo en ambos muy por encima de lo que tenía delante y Josemari no dudó en abreviar a las primeras de cambio. Eso sí, parece que ha superado el bache que sufrió con la espada y eso es buena señal para intentar recobrar su alto standing anterior.

 

Lo dicho, hasta las nueve de la noche fue un canto triste al aburrimiento, como dos horas de plúmbea resaca que acabó cuando Borja Jiménez se encontró con Jugarreta. Un torero y un toro que es de lo que se trata y para hoy, los esperados victorinos con tres toreros de los nuestros, conque a ver si hay suerte.

 

Ficha

 

Plaza de toros de la Real Maestranza.

 

Ganadería: Se lidiaron toros de Jandilla-Vegahermosa, bien presentados y de nulo juego a excepción del sexto, que propició el triunfo de su matador.

 

Toreros: Sebastián Castella, de tabaco y oro, silencio en los dos. José María Manzanares, de azul marino y oro, silencio en ambos. Borja Jiménez, de grana y oro, silencio y dos orejas.

 

Cuadrillas: Saludaron en banderillas José Chacón y Alberto Zayas.

 

Incidencias: Séptimo festejo del abono. Tarde nublada y ventosa que acaba soleada. La plaza casi se llenó.